Tenía treinta días para demostrarle que era el marido
perfecto.
Amelia y Tyler, amigos íntimos, se habían casado en
Las Vegas por capricho. Pero antes de que pudieran divorciarse, ella le confesó
que estaba embarazada, por lo que Tyler no estaba dispuesto a consentir que
cada uno siguiera su camino.
Amelia siempre había soñado con un matrimonio perfecto
y no creía que aquel millonario fuera el hombre de su vida, a pesar de la
amistad que los unía. Sin embargo, le dio un mes para que le demostrara que
estaba equivocada.